México se encuentra entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor desigualdad en los ingresos, siendo Islandia, Noruega y Dinamarca las naciones con menores desigualdades. El organismo destaca que la desigualdad se mantiene en un nivel récord en los países que lo integran, y la recuperación de la situación económica desde 2010 disminuido la disparidad entre los más ricos y los más pobres.
Los estudios del organismo señalan que mientras los ingresos de los más ricos se recuperaron rápidamente tras la crisis, los de las personas más pobre apenas han crecido. En México, 8.2 millones de personas viven con un salario mínimo de 2,228 pesos al mes, ingreso insuficiente para la economía mexicana, ya que los trabajadores que necesitan satisfacer necesidades de alimentación, transporte, cuidado personal y educación, personales y familiares. A esto se le añade que la canasta básica alimentaria tiene un costo aproximado de 2,695 pesos (según cifras del mes de septiembre), por lo que el salario mínimo es insuficiente.
Además la concentración de 64.4% de la riqueza del país recae en el 10% de la población, según Global Wealth Report 2014, lo que explica que México sea una de las naciones más desiguales del mundo según la OCDE. Según sus cálculos, en México, el índice de Gini, que mide la inequidad de los ingresos, es de 0.48, donde el número más cercano al uno refleja la mayor concentración de ingresos.
La desigualdad es resultado de los bajos salarios, por esta razón el país ha crecido a un ritmo de 2.5% anual durante los últimos 20 años. A juicio de la OCDE, la crisis ha afectado al número de empleos, pero también a su calidad; aunque el subempleo generado por la crisis comienza a “reabsorberse”, el paro de larga duración que vivimos desde 2010 sigue siendo alto, especialmente en categorías como la de los jóvenes poco cualificados. El organismo señala que los salarios se han estancado en la mayoría de países, incluidos aquellos que se libraron de la recesión, como Japón, mientras que han disminuido en los países más afectados como Grecia, España, Portugal y Reino Unido.
El tema de los salarios bajos en México ha servido solo como una estrategia de contención de precios, pues los aumentos se han mantenido por debajo de la inflación y han debilitado el poder adquisitivo de los trabadores, ya que es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia.
El artículo 123 de la Constitución Mexicana indica que el salario mínimo debe satisfacer las necesidades materiales, sociales y culturales de un jefe de familia, además de servir para proveer educación obligatoria a los hijos.
Incrementar el salario mínimo puede ayudar a aumentar la productividad de los trabajadores, a que haya menor rotación laboral y a que los empresarios inviertan más en capacitación y capital humano. Además, de acuerdo con distintos modelos económicos, subir el salario aumentaría el PIB en 0.9%, dado que el dinero que se inyecta va al consumo de bienes básicos y fortalecería el mercado interno, y tendría el beneficio de que los trabajadores informales tendrían más incentivos para ir a la formalidad.